Mateo 5:6-7
-No cambies nunca- dicen algunos como si fuera una afirmación positiva de una persona. Otros con un tono pesimista y resignado observan: "Las cosas nunca van a cambiar". Otros con una mirada fatalista afirman: "la historia es cíclica y está condenada a repetirse". Otros por miedo al cambio prefieren "lo malo conocido antes que lo bueno por conocer" y esa mentalidad los mantiene estancados.
Sin embargo, contra todo fatalismo, y resignación pesimista, Jesús nos enseña a mirar la vida con esperanza y a luchar por la transformación personal y social. Jesús dice que:
1. Se es dichoso cuando se desea el cambio para bien y se tiene compasión del que sufre. Y no sólo es bueno como deseo, sino que...
2. Es posible alcanzar ese objetivo de justicia (serán saciados).
3. Nuestra compasión hacia otros provocará una respuesta compasiva en los demás.
Esto es cierto porque Jesús lo dice, pero también lo puedo ver en los cambios positivos a lo largo de la historia humana, y en la transformación más personal que puedo ver en mi mismo y en las vidas y relaciones de otras personas que siguen a Jesús.
Es cierto que todos los seres humanos tenemos una tendencia al mal, al egoísmo y a la corrupción. Pero, también es cierto que esos mismos seres humanos cambiamos el rumbo de nuestras vidas para bien cuando encontramos el perdón y la restauración que Dios da en Jesús.
Por eso, no debo resignarme al dolor, al sufrimiento y a la injusticia humana. No debo cansarme de luchar con esperanza de que el cambio es posible.
Tanto en la vida personal como en la sociedad, los cambios significativos requieren persistencia en el tiempo. Por eso hace falta esta esperanza de Jesús, para luchar con compasión y sin cansarse, por estos anhelos de justicia para los que sufren aún cuando no vemos cambios instantáneos.
Oración: Ayúdame a enfocarme en objetivos justos. Fortaléceme para que no me canse, que no me desanime o pierda la esperanza. Lléname de fe y compasión para luchar por la justicia. Para eso pongo mi mirada en ti Jesús.
Siguiendo al maestro.
Por Daniel Martin