Mateo 21:33-46
Cuando experimentamos que Dios nos acepta como sus hijos, podemos llegar a creer que tenemos alguna virtud personal para que Dios nos incluya en su reino, olvidándonos de que Él lo hace por puro amor y misericordia aunque no lo merezcamos.
Muchos judíos creían que ellos tenían un derecho especial hacia el reino de Dios por ser judíos. Por eso Jesús dice que el reino se les quitará a ellos y se les dará a quien produzca frutos de reino. Sin obediencia a Dios, no tiene valor eterno ser descendiente de Abraham o de ningún otra persona importante.
Si quiero permanecer en el reino de Dios tengo que aceptar los parámetros de ese reino. El hecho de que Dios me ame y me acepte así como soy, no es para alentarme a seguir en mi vida de error. Si no me arrepiento y sigo a Jesús voy a experimentar lo mismo que los judíos incrédulos en tiempos de Jesús.
Reflexionar en lo que la Biblia dice me transforma y me llena de alegría. Pero, si creería que con reflexionar es suficiente, estaría equivocado. La reflexión es una preparación para la acción y la acción es lo que importa (Santiago 1:22-25). Dios espera frutos. Los frutos son evidencias concretas de un cambio genuino. En el caso de alguien que dice amar a Dios, su comportamiento debe estar modelado por la ética bíblica. Eso es dar frutos. Eso es dar evidencias de una vida transformada por Dios.
Oración: Gracias por la obra transformadora que estás realizando en mi interior. Quiero mantenerme obediente a tu Palabra y que en mi conducta diaria te puedan ver los frutos de tu obra en mí.
Siguiendo al maestro.
Por Daniel Martin
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