Mateo 20:1-16
Las diferentes situaciones que nos tocan vivir a los seres humanos y los diferentes propósitos y llamados que Dios tiene para cada uno, nos pueden parecer diferencias injustas si las medimos con los estándares humanos. Somos únicos e irrepetibles. No podemos pretender ser todos iguales. La dinámica del reino de Dios "Los últimos serán primeros y los primeros, últimos", debe motivar nuestro sentido de igualdad y solidaridad independientemente de nuestras diferencias en recursos y nivel social.
Tener más recursos económicos o mejor salud que otro, no me hace mejor persona, ni me da derecho a sentirme superior. tampoco es saludable que tenga envidia de lo que a otro le tocó en la vida. Pero si, esas diferencias deben mover mi amor por el prójimo llevándome a ser solidario/a cooperando con el que sufre y menos tiene.
Si tengo un buen trabajo, sería injusto pensar que el no tiene un buen trabajo es necesariamente un haragán, y que por eso sólo yo merezco disfrutar del fruto de mi trabajo. Tanto tener una buena oportunidad laboral, como la capacidad para hacerlo, la salud, los contactos sociales... son un regalo inmerecido de Dios. Y aunque fueran cosas que yo logré, no lo hubiera logrado si Dios no me diera la capacidad para hacerlo.
Los recursos económicos son sólo una clase de recursos disponibles. Todos los seres humanos tenemos recursos que otros no tienen y a quienes podemos ayudar. Esto hace que nos necesitemos unos a otros, motiva el tejido de las redes sociales, la cooperación y la solidaridad.
Dios es el que decide sobre nosotros con sabiduría y justicia incuestionable. Él decide dónde nacemos; qué posibilidades sociales y económicas tendremos a nuestro alcance a lo largo de la vida; el grado de dificultad, conflictos y desafíos de la vida que no dependen de nosotros mismos. Dios tiene una vocación y un propósito particular para cada uno de nosotros. Su relación personal con cada uno es única y no debemos compararnos entre nosotros.
Tener algún recurso disponible conlleva la responsabilidad de administrarlo y ser solidario con el que no lo tiene. Cuando ayudo a alguien, no debo hacerlo con sentido de superioridad o paternalismo. Sino como de igual a igual. Todos podemos ayudar, no solo el que más tiene y todos necesitamos de los demás. En un mismo momento habrá quienes necesitan de mi y otros a quienes yo necesito. Cada día debo buscar a quien ayudar y quien puede ayudarme a mi. Hay que aprender a dar y a recibir.
Oración: Líbrame Señor de compararme con otros con envidia o con superioridad. Ayúdame a amar a los demás y a ser solidario. Ayúdame a valorar a otros como Tú los valoras.
Siguiendo al maestro
Por Daniel Martin
No hay comentarios:
Publicar un comentario