Juan 10:22-30
"Cristo" no es un nombre sino un título. Es la forma griega para la palabra "ungido". En hebreo es "Mesías". En Israel los profetas y reyes eran llamados "ungidos" (ceremonia de poner aceite sobre la cabeza) con la esperanza de que también sean "ungidos por Dios" (designados por Dios para esa función de liderazgo). Pero este "ungido" profetizado muchos años antes, era especial, encarnaba la esperanza de redención para Israel, sería el libertador, un gobernante sabio y poderoso, que pondría las cosas en su lugar en la nación, como debía ser.
Aunque la Biblia incluía en su descripción: "Dios con nosotros", "Padre eterno", "Dios Fuerte", los religiosos judíos preferían concentrarse en las cualidades humanas que ellos esperaban del Mesías, un héroe nacional y un libertador.
Así que cuando Jesús les dice que él era uno con Dios Padre, les pareció duro de aceptar. La unidad de Jesús con Dios Padre se apartaba del ideal humano que ellos tenían puesto en el Mesías. Jesús era humano si, pero también era Dios. Jesús era el libertador de Israel, si, pero no exclusivamente de Israel, sino también de toda la humanidad. Él vino a los suyos (su nación), pero los suyos no le recibieron, pero a los que le recibieron (tanto los de su nación como los de otras naciones) les dio el poder de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12).
Oración: Gracias por encarnarte y vivir entre nosotros los humanos. Gracias por ser Dios y ser humano al mismo tiempo. Eres infinito y admirable, y al mismo tiempo cercano a nosotros y nos tocas. Gracias por tocarme a mi.
Siguiendo al maestro.
Por Daniel Martin
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