jueves, 11 de febrero de 2021

Tortura

Mateo 27:32-34

No nos gusta hablar de tortura porque es algo tan degradante que traumatiza a las personas y planta semillas de rechazo, amargura y odio. En el caso de Jesús, la tortura física: los azotes, golpes y la crucifixión en sí, se sumaban a la tortura psicológica: la humillación pública, las burlas, el cartel en la cruz, los desafíos a que se baje de la cruz y el estar desnudo ante todos.

Aunque Jesús tenía el poder de bajarse de la cruz si hubiera decidido hacerlo, él no estimó el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a si mismo y se entregó a si mismo como hombre hasta la muerte (Filipenses 2:6-8).

Las torturas no lograron quebrar su voluntad de amor por nosotros. Nuestra redención era Su motivación que lo animaba a seguir adelante a pesar del sufrimiento (Hebreos 12:2).

Esto produce en mi una gratitud inmensa sabiendo que nunca voy a poder pagar tanto amor. Y por otro lado, me prepara para no quejarme excesivamente o abandonar la lucha cuando tengo que sufrir en esta vida. Mi sufrimiento, cualquiera que sea, no se compara con el de Él y debería sentirme privilegiado cuando participo en sus sufrimientos (Colosenses 1:24).

No es agradable sufrir. Pero, si pongo mi sufrimiento al lado de la alegría de estar al lado del Señor por la eternidad, veo que en realidad mi sufrimiento es muy pequeño en proporción. Necesito dejar que la alegría del Señor me fortalezca en medio del sufrimiento y no derrumbarme por pensamientos amargos y de desesperación.

Oración: Descanso en tus brazos, Señor. Tu fortaleza en el sufrimiento me ayuda a no desanimarme ante las dificultades de la vida. Tu gozo, Señor, es mi fortaleza.


Siguiendo al maestro.

Por Daniel Martin




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