Mateo 8:23-27
La fe cuando está puesta en Dios es el grado de confianza que tengo en Él y Su capacidad de guiar mis pasos. Hace que pueda vivir más tranquilo y tenga más seguridad y firmeza en lo que hago. La fe viene por el oír la palabra de Dios. A medida que le conocemos más nos damos cuenta de que es digno de confianza y que en Sus manos podemos estar tranquilos, aunque estemos en medio de una tormenta.
Dios es santo, es justo, es bueno, es misericordioso, es perdonador y su amor va mucho más allá de mi capacidad de comprensión. Así que, no podría elegir a otro mejor en quien confiar el destino de mi vida. Solo Dios merece esa confianza.
Cuando me ocurren cosas inesperadas y quedo desconcertado, aún antes de entender lo que está pasando, puedo experimentar la paz que viene de saber que Dios es soberano, conoce todas las cosas, tiene cuidado de mi, me ama más que nadie y tiene mi destino en sus manos.
Cuando en vez de paz, lo que experimento es miedo o preocupación, me doy cuenta de que se debilitó mi fe, estoy comenzando a dudar de la capacidad de Dios de cuidar el destino de mi vida, estoy confiando demasiado en mis propias capacidades. Esto me muestra mi distanciando de Dios. Ya no lo estoy experimentando como Él realmente es. Necesito de la seguridad de Su presencia y la sabiduría de Su palabra. Él es mi refugio y mi consuelo en el dolor. Me restaura y renueva. Me ayuda a volver a comenzar y me devuelve la esperanza. Él es digno de confianza. En Él puedo recuperarme del miedo y volver a encontrar la fe que necesito.
Oración: Gracias por tu presencia en mi. Cada día descubro cuanto dependo de ti. Te pido perdón cuando me dejo aplastar por el miedo o la preocupación. Gracias por tu presencia que me levanta, me consuela y me restaura. Gracias por la paz que sobrepasa todo entendimiento. Esa paz que surge de la seguridad que me da el conocerte. Te amo Dios.
Siguiendo al maestro.
Por Daniel Martin
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